Un
mundo repleto de luces y sombras, de contradicciones, que fascina y genera animadversiones por igual. Por una
parte como todo arte es una herramienta que permite desarrollar nuestra
creatividad y diseñar nuestro propio estilo, configurar nuestra imagen que al
fin y al cabo no deja de ser un reflejo de como pensamos, sentimos y del
momento histórico y cultural que vivimos. Y cuya componente psicológica nos permite
afrontar el día a día con mayor optimismo y autoestima, ya que el modo en que
nos vemos influye en nuestro estado de ánimo.
Por otra parte esta industria es el máximo exponente del
capitalismo y su filosofía basada en el consumo y lo que eso entraña. Y en su
afán expansionista trata de imponernos un ideal estético poco saludable, ya que
los grandes diseñadores recurren con frecuencia a mujeres huesudas
alejadas del ideal de belleza imperante
en la sociedad. Y aunque en nuestra retina permanece todavía el recuerdo de
aquellas maravillosas tops de los 90, es un vago recuerdo que poco a poco va disipándose para dar paso a
cuerpos carentes de formas y voluptuosidad que se mueven por las pasarelas generando desasosiego y transmitiendo la sensación de que en cualquier momento podrían
romperse.
La moda es símbolo de libertad y represión por igual. Pero
una y otra cosa, sus bondades y maldades
representan y reflejan de forma muy real la complejidad de nuestro
mundo. Y lo ideal es explorarlo desde la honestidad y el
conocimiento, siendo conscientes de ante que nos encontramos y manteniendo
alerta todos nuestros sentidos.